Gastos

Aquí no voy a tener en cuenta los gastos de desplazamiento hasta llegar al punto donde iniciemos el Camino ni los gastos de vuelta hasta nuestro hogar. Tan sólo trataré de los gastos que comporta recorrer el Camino de Santiago.

Cuando uno se plantea salir de casa durante una temporada, poco o mucho, acaba preocupándose por los gastos y acaba fijándose un presupuesto para vacaciones. Un ‘rinconcito’ para disfrutar de las vacaciones sin pasarlo mal el resto del año. Por suerte, el Camino de Santiago no es caro. O no debería serlo.

El Camino de Santiago se adapta a todos los bolsillos.

Tradicionalmente, el Camino de Santiago se recorre a pie y, cada final de etapa, suele coincidir con alguna población que dispone de uno o varios albergues para peregrinos. En el Libro V del Códice Calixtino (s. XII) se describen 13 etapas para recorrer el Camino de Santiago desde Francia, nada que ver con las etapas actuales, mucho más ajustadas a las ‘necesidades’ de los peregrinos modernos. Hoy en día, para llegar de Roncesvalles a Santiago de Compostela, suelen contarse unas 29 o 30 etapas; y una o dos más si arrancamos desde Saint Jean Pied de Port.

Y como Caminos de Santiago hay muchos, me centraré en el Camino Francés, el más ‘fácil’ (y quizás barato) por la gran cantidad de poblaciones y servicios que cualquier peregrino encontrará durante su recorrido. En grandes poblaciones quizás el peregrino se sienta fuera de lugar pero en pequeñas villas o pueblecitos, donde hay dos casas, dos bares o restaurantes, una panadería o una tienda donde conseguir comida y un par o tres de albergues… ¿Alguien duda quiénes son sus principales clientes?

Del más pudiente al más humilde, todos los peregrinos disponen de los recursos necesarios para llegar a Santiago de Compostela. Y cuando los recursos no llegan, te sorprendería ver cómo los compañeros y habitantes del Camino hacen fácil lo imposible.

Alojamiento

Me centraré principalmente en los albergues, los herederos directos de los antiguos ‘hospitales de peregrinos’, donde los peregrinos paraban a descansar, comer o dormir en condiciones, reponer fuerzas, curar sus dolencias, recuperar la salud o… Morir si no lo conseguían.

  • Municipales (o ‘públicos’): Aquí podría establecer una horquilla de precios de entre 5€ y 10€ por persona y noche. Son albergues que suelen pertenecer al ayuntamiento de la población y que pueden estar gestionados por funcionarios o trabajadores contratados o mediante una concesión de un tiempo determinado. Estos albergues suelen ser más baratos que los albergues privados pero no suelen tener las mismas ‘comodidades’ que los albergues privados.

Tampoco vayamos a pensar que los albergues municipales son peor que los albergues privados, tan sólo que, al no ser negocios privados, no se preocupan tanto en ‘vestirse bien’ y, aún así, son el verdadero corazón del Camino. La primera opción y destino de quienes recorren el Camino y llegan a final de etapa. Si hay sitio, te quedas. Y si no, buscas uno privado.

Hay albergues municipales de auténtico lujo y otros que ‘justean’ más pero no hay duda que son el alma del Camino. Los hay muy grandes, grandes, medianos, pequeños y aún más pequeños, en las afueras, más o menos céntricos, con cocina o sin cocina, más o menos baratos… Pero absolutamente todos comparten dos normas: NO ADMITEN RESERVAS y NO SE PUEDE DORMIR MÁS DE UNA NOCHE (excepto por causa de fuerza mayor).

Las plazas se ocupan por riguroso orden de llegada y, si vais en grupo, tan sólo conseguirán cama los que hayan llegado y por riguroso orden de cola. Eso de ‘yo reservo para mí y 5 más’, en los albergues municipales no se permite.

  • Privados: En los albergues privados pagaremos algo más que en los municipales y diría un rango de entre 10€ y 15€ la noche.

Que el Camino de Santiago se ha convertido en un negocio se demuestra en la cantidad de albergues privados que abundan en el Camino Francés (sobre todo en sus últimos 100km). Albergues más o menos grandes que suelen ‘vestirse’ mejor que los municipales, con repintados anuales, lavadoras (unos 2€ o 3€) y secadoras (3€ o 4€) para hacer la colada a diario, algunos hasta con sábanas y bajeras de tela, habitaciones de distintas capacidades para alojar grupos más o menos grandes, peregrinos solitarios o parejas, cocinas más equipadas que en los municipales, algunos hasta con bar en su interior donde comer o cenar,… En un albergue privado intentarán cubrir todas nuestras necesidades para ‘facilitarnos el trabajo’ y, por qué no decirlo, que dejemos nuestro dinero en él.

La gran ventaja y principal diferencia de los albergues privados respecto a los municipales: los albergues privados SÍ ADMITEN RESERVAS y SÍ PUEDES PASAR MÁS DE UNA NOCHE. Si vais en grupo, son la gran solución para llamar por teléfono y reservar para todos los miembros del grupo. 4, 8, 10… Los que sean.

En 2017 me fui al Camino solo. Así lo comencé. Al final de la segunda etapa, ya éramos un ‘grupo’ de dos. Tras la cuarta, éramos 5 o 6. En la octava etapa… Reservábamos albergue para 15 (literalmente). Por supuesto, cada vez que alguien llamaba y decía ‘Quiero reservar plaza para 15’, tocaba dejar un número de una tarjeta de crédito pero así conseguíamos dormir en el mismo albergue cada noche. Y cuando no nos apetecía cocinar, lo contentos que estaban los de los bares cuando íbamos a comer o cenar todos juntos. Con un grupo de 10 o 15 que llene un bar, puede negociarse un ‘menú a medida’ y todos salen ganando. El del bar trabajará menos y a los clientes les saldrá algo más barato (y las copas del final suelen ‘caerse’ de la nota, jeje).

Los albergues privados suelen tener menos ‘alma’ y el espíritu peregrino puede llegar a difuminarse con tantas ‘comodidades’ pero los hay que son de visita obligada. No voy a comentar ni a recomendar ninguno, pues es algo que cada peregrino debe investigar o descubrir por su cuenta, pero sí puedo asegurar que los albergues que más me han llegado al corazón no están en grandes ciudades, ni tienen demasiadas plazas, ni son un negocio como tal, sino de alguna congregación religiosa, o de alguien que lo ha abandonado todo para abrir un albergue, regalar su tiempo y ofrecerse en cuerpo y alma a los peregrinos… Humildes albergues donde florecen llantos y risas, palabras y silencios… Emociones y sentimientos en estado puro. Buscad. Los encontraréis.

  • De donativo: Me he resistido a crear una sección donde distinguir entre donativo y precio fijo. Me explico: un albergue de precio fijo es aquel en el que te dicen ‘Pasar la noche aquí cuesta tanto’. No hay discusión. Si quieres te quedas y si no quieres te vas. Hoy en día, casi todos los albergues tienen un precio fijo pero hace unos años esto no era así. Había albergues que se mantenían con los donativos que los peregrinos dejaban por pernoctar en él. Lástima que los ‘peregrinos’ tuvieran tan poca voluntad y que los donativos no llegarán ni para pagar el agua o la luz.

Por ejemplo: Hace unos años, en Galicia podías encontrar varios albergues privados de donativo y todos los albergues de la Xunta de Galicia también lo eran pero, al no cubrir gastos, tuvieron que establecer un precio. Así, al menos, cubrían gastos. Primero fueron 5€, luego fueron 6€, luego 8€… Y las diferencias de precio entre albergues municipales y privados se redujeron tanto que, a día de hoy, una vez en Galicia, ya no importa si vas a uno municipal o privado.

Y con los albergues privados de donativo, la cosa fue más o menos igual. Los albergues privados de donativo te ofrecían cama, comida, ducha, cena, bebida… ¿Todo a cambio de nada? Por supuesto que no. Teóricamente, todo hubiera debido quedar compensado con un donativo que, de ser responsable y justo, hubiera permitido el mantenimiento del albergue.

En muchos de estos albergues, da lo mismo que fueran municipales o privados, hartos de perder dinero, ofrecían comidas, cenas o desayunos según las aportaciones que habían realizado los peregrinos del día anterior. Si no llegaba, no se compraba nada. Lástima que los peregrinos sepan calcular tan bien los kilómetros que llevan o les quedan de etapa o para llegar a Santiago y no sepan sumar lo que valen todos esos servicios.  ¿Queda algún albergue de donativo? Alguno queda, sí, pero con las ‘generosas’ aportaciones de los peregrinos… Cada día menos.

Si terminas la etapa en un albergue de donativo, sé responsable. Suma todo lo que te ofrecen en los albergues de donativo al precio que lo obtendrías en otro sitio: ¿Cama? ¿Comida? ¿Cena? ¿Desayuno? ¿Cuánto vale eso por separado? Súmalo y deja su coste. ¿No tienes dinero? Coméntalo antes de instalarte. Quizás te dejen quedarte ‘gratis’ a cambio de ayudar preparando las comidas, los desayunos, o limpiando los cacharros. Y, sobre todo, si ‘no tienes dinero’ para dejar en un albergue de donativo, al menos, ¡que no te vean en el bar, tomando tapas y cervezas toda la tarde!

  • Otros alojamientos: Vistos los albergues, no voy a comentar casi nada de cualquier otro tipo de alojamiento. Si los albergues no son lo tuyo y prefieres más tranquilidad y menos interacción con otros peregrinos, dormir en pensiones, hostales, hoteles, casas rurales o paradores nacionales será tu solución pero te aseguro que tu gasto diario va a subir, eso sí, y puede que mucho. De los 8€ o 10€ de un albergue pasarás a pagar 30€ por una habitación doble en una pensión; 40, 60 u 80 euros en un hotel; ciento y pico en una casa rural o un parador nacional… Si puedes compartir ese gasto con alguien igual no se dispara tanto pero lo que está claro es que te perderás el ambiente peregrino de los albergues.

Los albergues municipales no admiten reservas ni pasar más de una noche en ellos pero son baratos y en ellos se respira camaradería en estado puro.

Los albergues privados son más caros pero permiten reservar, pasar más de una noche en ellos y, en alguno de ellos, se vive y se siente el Camino como en ningún otro.

Y, para terminar, no me resisto a comentarlo: ¡DE DONATIVO NO SIGNIFICA GRATIS!

Comer en el Camino

Alojamiento y comida son los dos gastos fijos que tiene el peregrino y, de los dos, el más importante suele ser el destinado a la alimentación. Hay quien hace de más y de menos con la comida pero yo voy a contar lo que hago yo. Recuerdo una película (The Way) donde uno de sus protagonistas decía algo como ‘He venido al Camino de Santiago a perder peso’. Cada vez que oigo esa frase, sonrío. Jamás he vuelto del Camino más delgado que el día que salí. Nadie duda que recorriendo el Camino de Santiago haremos mucho ejercicio y gastaremos muchas calorías pero… ¡Es que en el Camino se come tan bien!

Empezaría el día tomando algo que me haya sobrado de la etapa anterior o, en su defecto, de algún bar que haya abierto a esas horas. Un bocadillo pequeño, una pasta, una pieza de fruta, un chocolate caliente los días de frío o un refresco los días de calor… La cuestión es salir con algo en el estómago.

A media mañana toca desayunar. Sobre las 9 o las 10, esté donde esté, toca parar comprar un bocadillo y desayunar, sin prisas, sentado en la terraza del bar o en algún sitio con encanto si nos lo han preparado en una panadería o nos lo hemos preparado nosotros.

No soy muy ‘amante’ de las barritas energéticas. Si se compran en un supermercado, siempre acabo comprando una caja de 8 o 10 barritas que terminan guardadas sin caja, chafadas por ir mal puestas o embutidas en cualquier bolsillo de la mochila o el pantalón, deformadas por la calor… Desde que salgo hasta que llego al albergue, sobre medio día, también voy picando de una bolsa de frutos secos que siempre suelo llevar y que compro en cualquier supermercado o tienda de frutos secos. A poder ser, sin cáscara.

Por el Camino de Santiago pasan miles de peregrinos a diario. Si cada uno de ellos tirara una bolsa de plástico, una botella de agua, las cáscaras de los pistachos o cacahuetes… ¿Te imaginas el estercolero en que se convertiría el Camino en cuatro días? Lo único que debemos dejar como prueba de nuestro paso por el Camino son  nuestras huellas. Las pieles de la fruta que nos comamos, las cáscaras de los frutos secos que tomemos, los envoltorios de las barritas energéticas… Cualquier tipo de basura o desperdicio que generemos en nuestro día a día, debemos guardarlo y tirarlo allí donde corresponda.

Los desperdicios que generas te han acompañado durante toda la etapa. No te viene de un ratito más. Guárdalos y deposítalos donde corresponda.

La mayoría de peregrinos suelen acabar las etapas entre las 13.00h y las 15.00h y, tras registrarse en el albergue y adecentarse un poco, buscan un lugar donde comer. ¿Cocinas tú mismo en el albergue o vas a comer fuera? ¿Comerás un bocadillo, un plato combinado, un menú o prefieres comer de carta en un buen restaurante? ¿Lo acompañas con agua, cerveza o vino de la casa o quizás prefieres una botella de un vino determinado? Aquí es donde los presupuestos pueden dispararse de verdad. Entre una ensalada acompañada de agua o unas zamburiñas acompañadas de un buen albariño hay varios euros de diferencia. Y entre un plato de pasta o una tabla de quesos y embutidos, otros tantos. Hay quien hace el Camino por fe y hay quien lo hace o complementa con alma de gourmet.

La comida y la cena son las comidas principales del día. Cuando voy solo, una de las dos será un menú del día en algún bar o restaurante que haya en la localidad. La otra la hago en el albergue y es más simple, algún plato, bocadillo o una ensalada que me pueda preparar yo mismo con lo que haya podido comprar en la tienda del pueblo o durante la etapa. Un menú suele salir por unos 10€ y, en algunos casos, y no pocos, hasta te va a sobrar. Hay sitios que te llenan los platos como si no hubiera un mañana. Si es el caso, no lo dudes: pide que te pongan las sobras para llevar y ya tienes la cena preparada.

Muchos albergues disponen de cocina o microondas, lo que permite que puedas prepararte tu propia comida a poco que sepas cocinar pero… Cuando pises por primera vez tierras gallegas vas a descubrir dos preguntas fundamentales. La primera: ¿Existen las meigas? La segunda: ¿Para qué hay cocina en los albergues gallegos si no hay cubiertos ni cacharros para cocinar? La respuesta a la primera pregunta, todo el mundo la sabe. La respuesta a la segunda pregunta… Ahí es donde pueden darse muchísimas respuestas. Desde que los peregrinos se habían ido llevando todos los cubiertos y utensilios de cocina como suvenir hasta que los bares y restaurantes de la zona los ‘habían hecho desaparecer’. Mi parecer: es una forma que tiene la Xunta de ‘dar vida’ a la hostelería local ¿por qué iba a desaprovecharla?

Algunos albergues ofrecen cenas comunitarias a precios realmente buenos. Si es el caso, ni te lo pienses, apúntate. Una cena comunitaria ‘típica’ suele ofrecer primer y segundo plato, con postres, pan y bebida por unos 5 o 6 euros. Te divertirás, harás grupo y comerás de lujo a un precio casi ridículo. ¿Para qué buscar alternativa? Y si el albergue no lo hace ¿qué os impide a vosotros organizar una cena comunitaria?

No hay ambiente más auténtico que una buena cena comunitaria, compartiendo viandas, experiencias y sentimientos entre almas peregrinas.

Tengan o no tengan cocina, siempre puedo prepararme una ensalada para cenar. Comprando un trozo de queso, una bolsa de ensalada, un tomate, una cebolla y añadiendo algún pistacho o alguna nuez picada por encima ya voy más que servido. Si le añado alguna lata, de atún o maíz, por ejemplo, ya no puedo terminármela y ‘mi cena’ se convierte en una ‘cena para dos’.

Socializando

Este apartado lo pongo como añadido y al final pero no deja de ser tan importante como los anteriores. Hubiera podido titularlo ‘Merendando’ pero creo que no hubiera representado bien lo que suponen para mí las tardes en el Camino.

Vamos a compartir mil y una experiencias con personas que en ‘4 días’ se van a compartir en compañeros, en amigos, y  pueden llegar a ser mucho más importantes en nuestro presente y futuro que muchas personas que conocemos o conoceremos a lo largo de toda nuestra vida. No hace falta que me creáis. Si tenéis la suerte de compartir varios cientos de kilómetros con alguien ya lo descubriréis. Hay peregrinos con los que he compartido dos semanas o un  mes que saben más de mi vida que la mayoría de mis conocidos y alguno de mis amigos.

No hay mejor manera de abrir un alma en canal que compartiendo momentos.

Esas charlas y conversaciones que forjan amistades alrededor de una mesa, compartiendo desayunos a mitad de etapa o pucheros que por mucho que nos esforcemos no logramos vaciar en la comida del mediodía, esas tapas o pinchos que se pidieron para ‘merendar’ y se alargan hasta después de cenar, esas bebidas compradas frescas en un supermercado y que acaban calentándose sentados bajo cualquier árbol… ¿Cuánto vale todo eso?

Si voy solo, yo suelo salir por la tarde a pasear, descubrir rincones del lugar donde haya terminado la etapa y luego sentarme en algún prado, banco o una terraza de algún bar a mirar las fotos y preparar la publicación de la etapa, a llamar a los míos y dejar pasar el tiempo hasta la hora de volver al albergue.

Si se forma parte de un grupo que se ha formado durante el Camino, no hay que forzar absolutamente nada. La mayoría o la totalidad de sus integrantes fueron solos al Camino y entienden la necesidad de soledad y recogimiento que muchas veces necesitamos. De hecho, es curioso ver como cada persona se acerca y se aleja del grupo sin dar explicaciones y sin que nadie se las pida. Hay quien necesita estar siempre acompañado de otras personas, quien necesita una tarde o un par de días sin interaccionar con nadie, hay quien alargará o acortará etapas para estar solo y después volver al grupo,… Y todo con la sencillez de la libertad que te otorga el Camino. Y aún así, muchas tardes las dedicaremos a dejar pasar el tiempo, entre cervezas y refrescos, charlando y riendo de todo y de nada.

Otros gastos

Aquí no voy a decir más que obviedades. Gastos de medicamentos, o en farmacias, tabaco, recuerdos, entrar en una panadería porque no te resistes a sus pastas o galletas, comprar botellas de vino y mandarlas por correo a casa, gastando en una tarde lo que otros gastarán en dos semanas, o quizás se te rompen los zapatos o la mochila y toca un cambio forzoso, quizás debas restituir alguna prenda de ropa que ha desaparecido, o quizás quieras invitar a alguien para celebrar algo… Hay tantas cosas que pueden comprarse y en las que gastar el dinero que, por mucho que diga, siempre me quedaré corto.

En algún que otro Camino he llegado a sufrir en alguna etapa. Lluvia, viento, frío, pasos complicados o arriesgados… Cuando eso pasa, no hay mejor manera de terminar la jornada que regalándote un ‘capricho’. En mi caso, suelo compensarlo llenando el estómago con algo extra: una pasta, unas cuantas ‘chuches’, añadiendo un segundo menú del día, quizás unas tapas o unos pinchos para cenar… Algo, por pequeño que sea, para terminar el día con una alegría.

Cuando sufras una etapa, acábala regalándote un capricho.

¿Cuánto cuesta recorrer el Camino?

Hace unos años, en el Camino Francés solía decirse que un peregrino gastaba 1€ por kilómetro. De esta forma, las 28 o 30 etapas necesarias para recorrer los 750 km del Camino Francés desde Roncesvalles acababan saliendo por unos 750€. Hoy en día, ya no salen esas cuentas. No quiero decir que no se pueda hacer el Camino Francés contando 1€ por kilómetro, por supuesto que se puede, pero yo ya no tengo edad ni ganas de ajustarme a ese presupuesto. Ya no me veo durmiendo en parques, ni cocinando cada día para comer, merendar y cenar, ya no busco la cama más barata sino el albergue en el que mejor me encuentre, puedo invitar a quien sea a tomar algo… Compro comodidad y tiempo libre aumentando el presupuesto destinado al Camino, lo sé, pero hace unos años decidí que no iba a ir al Camino a sufrirlo sino a disfrutarlo.

Cuanto más minoritario sea el Camino que recorramos, menos opciones de elección tendremos y los gastos aumentarán.

¿Cuánto me costaría recorrer el Camino Francés? Yo contaría 40€ diarios: 10€ del albergue, 10€ de la comida, 5€ de desayuno, 5€ más para merendar u otros menesteres y 10€ para gastar entre la cena  y tomar algo con los compañeros de Camino. Pasar de 1€ a 1.6€ por kilómetro tampoco me resulta disparatado. Así, para recorrer los 750 kilómetros del Camino Francés en 30 etapas acabaría gastando 1200€. Y aún así, comparado con unas vacaciones ‘tradicionales’, 1200€ por 30 días de vacaciones no lo encuentro caro.

Desde el día en el que fui al Camino por primera vez, he aumentado el presupuesto un 60% mientras que mi edad lo ha hecho un 75%. ¡Nada mal!

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