Llegaba al final del Camino y me sumergía en la última de las tres partes del Camino: la emocional. Una vez cruzada la dorada meseta en pleno mes de agosto, con briznas de trigo volando al aire, con más calor del deseado y donde las llanuras doradas se ven limitadas a lo lejos por pequeñas lomas que dibujan un horizonte ondulado tan soñado como temido; a cada paso, más lejos del inicio; a cada paso, más próximo el fin. A cada paso, ¡más cerca de Santiago! Continuar leyendo «Santiago ¡Por fin!»
De Burgos a León, me enamoro.
Al Camino nadie va estando enamorado de él. Creo que se va por curiosidad o por necesidad, cuando te hablan mucho de él o cuando necesitas un paréntesis en la rutina. Y cuando lo tratas, como aquella persona simpática que te cae bien, al despedirte de él, te das cuenta que ya no es una amiga simpática, sino un amor.
Mi reafirmación con el Camino
En 2001 me había ido al Camino para huir. Mis últimos años en el trabajo habían sido horribles, con presiones laborales que terminaron resultando en un cuadro depresivo que me tuvo ‘fuera de servicio’ un buen tiempo pero… Desde mi vuelta, sentí que era capaz de hacer muchas más cosas de las que creía hacer. No era tan inútil como me habían hecho creer ni tan débil como me había llegado a sentir. Era fuerte y autosuficiente. Podrían hacerme daño, sí, pero podría superarlo y tirar hacia delante.
Mi primer Camino
Esta es la primera entrada (casi obligada) de mi historia con el Camino y sus peregrinos. Vivencias y reflexiones. Habrá más.
En esta entrada cuento lo que me llevó a recorrerlo y a describir lo que, muchos años después, significó para mi descubrir el Camino. Hay muchas personas que van al Camino cada año y todas tienen sus motivaciones, todas tan válidas como las de cualquiera pero… Estas fueron las mías.