Motivaciones y ‘ayudas externas’ para el Camino

Un ejemplo ‘tonto’ que suelo poner cuando intento explicar qué y cómo se vive en el Camino: si, cualquier día, vemos a alguien curándose una ampolla sentado en las escaleras del albergue donde nos hospedamos, seguro que pararemos a preguntarle y a interesarnos por él y le ayudaremos en lo que podamos. Si la misma situación la vivimos fuera del Camino, no sé yo si reaccionaríamos igual. Seguramente no. El Camino es un lugar donde el altruismo y solidaridad se muestran de forma honesta y sincera, sin esperar nada a cambio. Nada que ver con el día a día que todos vivimos.

Este Camino, a diferencia de cualquier otro que haya recorrido, tan sólo lo publiqué en mi perfil personal de Facebook. Cuando arrancamos, los temores a que ocurriera algún imprevisto que nos obligara a terminarlo antes de tiempo se vieron minimizados con consejos y palabras de ánimo de quienes nos siguieron desde el primer momento. Familiares y amigos fueron los responsables de animarnos las tardes con sus comentarios y quitarnos esos miedos que, en un momento u otro, casi todos terminamos teniendo con los retos que nos proponemos. Una vez en el Camino, se sumaron a esos ánimos los de los peregrinos que fuimos conociendo durante el recorrido y, entre unos y otros, fueron desterrando hasta el olvido aquellos temores que nos preocupaban al principio.

Cuando alguien se plantea un reto, sea cual sea, creo que es bueno tener cerca a personas con espíritu crítico que ayuden con sus comentarios a la consecución de los mismos pero… Solemos encontrar a personas que tan sólo nos advierten de los problemas que nos podemos encontrar, que nos señalan los motivos por los cuales no podremos realizar lo que nos proponemos, que inciden en los aspectos negativos, que nos pintan el mundo de color negro o, los más optimistas de los críticos, de color gris. ¿Por qué no encontramos personas que nos ayuden de verdad y que nos ofrezcan su apoyo sincero y desinteresado? Parecería que estuvieran más satisfechos si renunciamos a ellos que si luchamos por conseguir realizar nuestros sueños. En el Camino, los segundos son mayoría.

Esta vez conseguimos el apoyo de todos. Nuestros miedos se centraban en mi madre y cómo respondería a lo que para ella sería una exigencia física absolutamente nueva, pero las palabras de aliento nos ayudaron a continuar un día tras otro. Las felicitaciones se sucedían tras cada jornada y ningún comentario tuvo tintes negativos. Todo eran palabras de apoyo y reconocimiento por la gesta que estaba haciendo, lo que ayudó más de una vez a superar momentos de dificultad. No puedo dejar de mencionar el papel que jugó Martha con sus mensajes de audio que dirigía y enviaba a mi madre diariamente. Esos mensajes que mi madre escuchaba a solas, con auriculares, y de los que ignoro su contenido, motivaron a mi madre en muchas ocasiones y la ayudaron muchísimo.

  • Voy a escuchar a Martha -me decía, sacando los auriculares de la riñonera.

Entonces, yo me adelantaba unos metros y la dejaba sola, escuchando el audio recibido. Unos minutos más tarde, cuando veía que se quitaba los auriculares, la esperaba y, mirándola, me fijaba en su cara de felicidad y la sonrisa que dibujaba su boca. Jamás le pregunté que había escuchado pero, tras esos audios, su ánimo mejoraba e,  incluso, llegaba a escucharlos varias veces al día. Me resultaba curioso comprobar cómo, en momentos de dificultad, escuchando de nuevo algún audio de Martha, volvía a recuperar el ánimo y se esfumaban aquellos males o pensamientos que empezaban a lastrarla.

Cuando salimos de casa, mi madre decoró su mochila con pequeños objetos. Nada del otro mundo: una cruz, unos llaveros… Pequeños recuerdos a modo de amuletos de aquellas personas que, no estando presentes, siempre van con nosotros. A medida que avanzaba el Camino, su mochila se fue llenando de más y más cosas y, de los cuatro adornos, pasó a llevar más de una docena. Como queriendo llevarse una parte de ese lugar en ese pequeño objeto, cada vez que llegábamos a algún sitio que le gustaba, se miraba cintas, pequeñas calabazas, pins… Pequeños abalorios que recompensaban el Camino ya pasado y las penurias superadas. Pequeños regalos que, al verlos, le recordaban aquella fortaleza que no creía tener al salir y que se demostraba diariamente al terminar cada etapa.

Básicamente, durante todo el Camino recibimos tres tipos de motivaciones que nos ayudaron a la consecución de nuestro Camino:

  1. Generales: Mensajes de ánimo que no se centran en la acción concreta sino en el convencimiento que otras personas tienen en la capacidad de uno para realizar lo que se ha propuesto. Algo tan simple cómo ‘Ánimo ¡Tu puedes!’, ‘¡Felicidades! o ‘¡Que alegría verte así y disfrutar cada día!’ son mensajes tan simples de enviar y llenan tanto que son un empujón inmenso para cualquier persona que los reciba.
  2. Personales: Son aquellos que se crean para esa persona en concreto y se envían con la mejor de las intenciones. Mensajes que hacen referencia a situaciones pasadas, presentes o sueños futuros, basados en experiencias personales compartidas o no, con carácter más íntimo, con opiniones más personales… Suelen ser mensajes más sentidos y costosos de mostrar en público. Los audios de Martha entran de lleno en esta categoría. Generalmente eran audios largos, de varios minutos, y creados para que los escuchara mi madre; no cualquier persona, sino ella. No sé cómo pudo encontrar tantos temas ni hablar tanto y cada día, la verdad. Ayudaron muchísimo.
  3. Propios: Ir superando los retos que te propones hace crecer dentro de ti una vocecilla que, en momentos de dificultad, te recuerda ‘Si ayer pudiste, ¡hoy también!’. Por mucho que te digan los demás, uno nunca podrá hacer nada si no cree en uno mismo. Alguna vez he leído esa frase que dice: Lo hizo porque no sabía que era imposible. Pues eso mismo, pero al revés, suele ser lo que nos impide realizar muchas más cosas: Si nos decimos a nosotros mismos que no podemos… No podremos.

Creo que debemos rodearnos de personas positivas, no de esas que siempre están riendo o explicando chistes, ni de esas que aparecen para celebrar los logros, ni de esas que no encuentras cuando las cosas van mal. Las que yo quiero se acercan  cuando te ven llorar, te abrazan y te dicen ‘Estoy aquí’; las que yo quiero te dicen ‘Te ayudo ¡Vamos!’. Esas son las personas de las que deberíamos rodearnos. Y en el Camino abundan.

3 respuestas a «Motivaciones y ‘ayudas externas’ para el Camino»

  1. Hola me podías decir esos mensajes de Martha es alguien conocido de tú mamá,,me gustari saber .. pasó por momentos dificiles por todos lados.. quiero escuchar comentarios que mejor anime… también tengo muchos dolores..

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